El equipo

Nos toca sacar y revisar prácticamente todo el equipamiento técnico de montaña. Tenemos ante nosotros una actividad de acampada nocturna como las que hace bastante tiempo que no realizamos. Desarrollamos el ejercicio de recordar qué llevarse y qué no, dónde mirar la meteorología, cuánta agua y comida llevarse, y, básicamente, volver a poner en práctica las habilidades de planificación.

Nuestra última acampada mochilera fue en octubre de 2019 la Sierra Norte de Sevilla, y la última noche que pasamos en la Sierra de las Nieves fue en noviembre de 2018. Ha llovido desde entonces, y ciertamente teníamos muchas ganas de retomar este tipo de actividad.

Tramitar los permisos administrativos para realizar este tipo de actividad puede ser realmente tedioso. En esta ocasión, empecé a tramitarlos a mitad de septiembre, con más de un mes de antelación a la fecha prevista para la actividad. Debido a varias circunstancias en la interacción con la administración pública resultó que cuatro días antes de la actividad aún no habíamos recibido la autorización. Tras varias maniobras y gestiones adicionales de última hora, pudimos finalmente obtener los permisos. Soy consciente de que hay gente en el mundo del montañismo que sistemáticamente ignora este tipo de trámites, pero yo siempre he preferido ajustarme a la ley y no exponerme a mi o a mi equipo a sanciones, multas o llamadas de atención de cualquier tipo.

Por fin, con todo el papeleo resuelto nos ponemos el marcha el sábado 24 de octubre de 2020 en dirección a Puerto Saucillo, en Yunquera, desde Sevilla. Llegamos en torno a las 14:00 y decidimos almorzar allí mismo antes de empezar a andar. La zona está repleta de gente que ha salido a disfrutar del monte, y hay gran cantidad de coches aparcados en todas las zonas de acceso. Mientras comemos y nos preparamos, nos recreamos en el ambiente, el entorno y la meteorología favorable del día. Este día de otoño se presta soleado, sin viento y con temperaturas suaves.

Serían las 15:00 cuando iniciamos la marcha adentrándonos por el frondoso bosque. Como quien cruza una puerta a otra realidad, empezamos a andar cuesta arriba por el fantástico sendero, en dirección a la cima de la montaña que tenemos hoy como referencia: el Peñón de los Enamorados. Las mochilas de todo el grupo van bien cargadas. La mía en concreto, con unos 17 kg de peso en total. Mientras caminamos, serenos y dejándonos seducir por el espíritu del bosque, no puedo evitar pensar en lo casi milagroso que me parece el hecho de que podamos realizar este tipo de aventuras en grupo. Nos hemos reunido hoy un buen equipo, de 10 personas, en perfecta sintonía y con una gran motivación compartida para nuestros objetivos del fin de semana. Nos sentimos afortunados.

El campamento base

Encontramos muchas personas por los senderos que transitábamos. Algunos grupos muy domingueros, otros más solventes en el monte, todo el mundo disfrutando por igual. Nuestra comitiva, con imponentes mochilas, despierta gran interés entre varios de estos grupos, que nos preguntan con una mezcla de admiración y envidia sana cuáles son nuestros planes. Expliqué al menos tres o cuatro veces nuestro itinerario, la planificación, el equipamiento técnico, los permisos, etcétera. Por las expresiones y ojos atentos, estoy seguro de que nuestra expedición generó inspiración a más de un niño, y a más de un progenitor también.

Cuando trasmito información sobre este tipo de actividad siempre suelo ser cauto. En mi experiencia dormir en la montaña supone pasar frío, tener miedo, dormir poco o nada, con cansancio e incomodidad. Para que haya niveles aceptables de disfrute es crucial tener grandes dosis de motivación y preparación. Recuerdo esta frase que leí hace poco en el blog de Daniel Mur Marín y que suscribo totalmente: «Lo del hotel “mil estrellas” es “ciencia ficción”, solo sirve para postureo en redes sociales, la realidad dista mucho del Instagram y Facebook…»

Llegamos a la zona alta de la Sierra de las Nieves. Pasamos por el Peñón de los Enamorados, uno de los sitios de referencia en el recorrido de hoy. Recuerdo la última vez que estuve en esta cima, en una gran nevada en febrero de 2018. Las piernas están empezando a pesar, y ello implica que hay que afanarse un poco más en mantener los ánimos frescos. Aún no hemos terminado hoy de andar. Ya habíamos decidido de antemano que intentaríamos pasar la noche en la zona del pozo de las nieves del Puerto del Oso, buscando más resguardo del viento que en la última ocasión que realizamos una actividad similar a esta, en abril de 2017. En aquella ocasión el viento frío fue el gran reto al sueño. Desde luego, hoy parece que no tendremos esta molestia.

El último kilómetro de trayecto se empieza a hacer eterno. Pero por fin, a eso de las 18:30, llegamos al destino. El suelo es algo más irregular de lo que recordaba, e invertimos unos momentos en buscar el mejor lugar para plantar el campamento base. Hoy vamos a montar seis pequeñas tiendas de campaña biplaza para los diez miembros del equipo. Por tema enfermedades, solo compartimos tienda las tres parejas convivientes. El sol se oculta lentamente a las 19:30. Y aparece una nube baja y húmeda, presentándonos al generoso frío que tendremos para la noche. Según la predicción de meteo, esperamos temperaturas mínimas de 6 ºC. Cenamos, charlamos y a falta de otra cosas que hacer nos metemos en las tiendas a intentar dormir.

Capa extra

Estoy bastante cómodo en mi sitio, pero sospecho que algunos de los compañeros del grupo no tanto. No hago más que escuchar cremalleras y movimientos dentro de las tiendas. Serían las 00:00 cuando un compañero se acerca a mi tienda y me pregunta si estoy despierto. Noto cierta alarma en su tono de voz, así que salgo y me calzo las botas y el chaquetón. Me comenta que él y su pareja están teniendo problemas con el frio, y que quieren bajar de la montaña. La tienda de campaña que ellos usan solo tiene una capa, y están sufriendo dos fenómenos muy incómodos, el relente y la condensación interior. Compruebo que mi propia tienda tiene una generosa capa de escarcha por encima. Les propongo buscar alguna solución alternativa antes de desmontar el campamento y bajar de la montaña, porque objetivamente creo que las hay. Una de las opciones es que compartan tienda con alguno de los otros compañeros que tienen sitio libre. Esta idea se descarta por miedo a enfermedades. La otra opción que barajamos es montar un toldo de fortuna sobre su tienda, de manera que minimice al menos el efecto del relente helado. Y para evitar la condensación, no tendrán más remedio que dejar entreabiertas las cremalleras de la tienda. Nos decidimos a intentar esta última opción, y sacamos un plástico plateado de supervivencia que anclamos al suelo con bastones de senderismo, cuerdas y piquetas. El montaje final fue bastante robusto, a pesar de ser la primera vez que intentábamos una cosa similar. La tienda queda debajo del nuevo forro, y esto debería de aportar protección adicional frente a la fría noche.

Soy plenamente consciente del riego de hipotermia, pero valorando la situación, la temperatura, viento, y todo el material a nuestra disposición incluyendo infernillos de gas, pienso que el asunto está fuera de riesgo inminente. Aún así, cuando me acuesto de nuevo me mantengo con la oreja alerta ante cualquier nueva incidencia relacionada con el frio. No debió de ir mal la cosa, porque nadie me llamó otra vez y la próxima vez que miré el reloj eran las 6:30 de la mañana. Había dormido seis horas del tirón, que dentro de los estándares de este tipo de aventuras está bastante bien. Como me sentía satisfecho, me levanté y empecé a preparar el desayuno. Con el amanecer a las 7:30, empezaron a salir el resto del equipo de sus tiendas. La pregunta más repetida fue: ¿Cómo has dormido?. Un gran abanico en las respuestas, algunas personas muy bien, otras la peor noche de su vida.

Desmontamos el campamento y desandamos el camino del día anterior. El monte está igual de bonito que en la jornada previa, y en el camino de bajada encontramos de nuevo a muchas personas. Llegamos a las 12:00 a los coches y nos dirigimos al pueblo de Yunquera a deleitarnos con un tardío, pero bien merecido desayuno.

Qué decir de esta aventura. Volvemos a casa con una gran sensación de plenitud y paz mental, incluso los miembros del equipo que no han pasado buena noche. Cuando este tipo de contactos con la naturaleza salen bien, como ha sido mi caso particular, son una inyección de energía positiva, motivación y serenidad. Las claves para que esto ocurra, como ya se sabe, son una motivación adecuada, planificación, técnica, forma física y mental acorde, y el necesario material específico de buena calidad.

Enlace a un video resumen de la actividad: https://youtu.be/avmHr5EKscs

El track GPS de referencia: