Miramundos, Mágina
Salimos de casa a eso de las 14:00 el sábado 15 de mayo de 2021 en dirección Jaén. El día se presentaba soleado y caluroso. Teníamos por delante del orden de tres horas y media de carretera, que afrontábamos en un primer momento con bastante motivación. A mitad de camino decidimos parar a almorzar. Nos comimos el bocadillo tirados en el aparcamiento de una gasolinera en medio de ninguna parte, en la autopista. El suelo de asfalto, aparte de mugriento, alimentaba el intenso calor del día. Llegamos a ver 32º C en el termómetro del coche, quizás demasiado para la fecha.
Nuestro objetivo era dormir en la zona alta de Sierra Mágina, en concreto en el refugio Miramundos. Teníamos las tiendas de campaña preparadas. Aún no habíamos decidido si las llevaríamos con nosotros o no. Si el refugio estaba lleno, o impracticable, necesitaríamos las tiendas para poder dormir. Pero si pudiéramos hacer uso de la choza, entonces cargar con las tiendas sería un sobrepeso del que estábamos deseando prescindir. Las dudas se nos aclararon cuando llegamos a la sierra. Al no ver a nadie en las inmediaciones, ni ningún coche aparcado, decidimos dejarlas abajo. En mi caso, me ahorré 2.5 kg, quedando mi mochila en unos 15 kg.
Para la actividad habíamos elegido un horario que minimizara la exposición al sol, y por tanto el calor. Cuando llegamos al monte a eso de las 18:00 no pudimos evitar desmotivarnos con la temperatura. El caluroso ambiente no invitaba demasiado a andar cuesta arriba cargados de peso. No había otra, teníamos que empezar a andar, que era lo que habíamos venido a hacer.
Creo que los primeros metros de movimiento volvieron a insuflarnos ganas de aventura. O al menos eso percibí yo. Sin embargo, una compañera manifestó que a pesar del bonito sendero se sentía desmotivada para disfrutar del esfuerzo de la jornada. Pude empatizar perfectamente con la sensación, y el resto de compañeros del equipo también, así que entre todos arrimamos el hombro para hacer el camino más ameno.
Una de mis propósitos para el fin de semana era desquitarme de mi anterior visita a esta zona. En 2018, tres años antes, habíamos vivido aquí una aventura muy exigente y nada satisfactoria. Hasta diría que desagradable. El día presente tenía un contexto diferente. No había nieve, conocíamos mejor la zona y atacaríamos primero la cima de manera directa por una variante del sendero muy prometedora.
Esta variante nos llevaba mirando siempre de frente al saliente de la cima del pico Mágina. Se veía imponente allí delante, por encima de nuestras cabezas, sobresaliendo majestuosa contra el cielo. Temí que el camino nos llevara de manera recta e inmediata a la cima, lo que hubiera sido una verdadera paliza. En vez de eso, la senda hacía suaves curvas ascendentes, superando de forma inteligente cada elevación que la montaña proponía.
Para inflar aún más nuestro entusiasmo, resultó que tuvimos que transitar por unos bonitos senderos a media ladera. A nuestra izquierda, una infinita pendiente con interminables vistas a cientos de kilómetros a la redonda. A nuestra derecha, el macizo del Mágina, cada vez más cerca.
Poco a poco el atardecer se empezaba a notar. Las sombras cada vez eran más largas. A medida que subíamos empezamos a sentir el mayor viento presente en la zona alta. Ambos efectos terminaron por borrar cualquier sensación de calor que hubiéramos tenido anteriormente.
Estábamos cruzando uno de estos bonitos tramos a media ladera cuando pudimos oír por el walkie talkie una transmisión entrante. Era una prueba en el canal PMR 7.7 de seguridad en montaña. Sin perder ni un segundo, nos paramos a devolver la llamada. Intercambiamos posición, situación y planes. El interlocutor se identificó como Fran de Cádiz, con un equipo de montañeros que estaba en la cima de La Maroma, en la provincia de Málaga, con la intención de dormir allí. La comunicación por radio era clara y sin interferencias, a pesar de lo asombroso de la distancia, unos 105 km en línea recta. Nuestra montaña estaba aparentemente solitaria, así que nos alegró poder tener contacto con gente de nuestro mismo gremio.
Continuamos ascendiendo por la serpenteante vereda. No paraba de ofrecernos rincones con encanto, con singulares formaciones rocosas entretejidas en el manto verde de los arbustos propios de las zonas altas del monte. La montaña invitaba a embrujarse con el hechizo del entorno y el momento. A disfrutar del suave pero continuo desnivel ascendente del sinuoso sendero.
Serían las 20:00 cuando alcanzamos con mucha satisfacción la cima del pico Mágina, a 2167 metros sobre el nivel del mar. El trayecto desde el inicio hasta la cumbre había sido corto, unos 4 kilómetros y 400 metros de desnivel, que habíamos hecho sin prisas en dos horas cargando con las grandes mochilas. En esa zona alta soplaba aún más viento, así que no pasamos allí más tiempo de la cuenta. Nos hicimos las fotos de rigor y continuamos la marcha hasta nuestro siguiente objetivo, el refugio Miramundos.
El camino, ahora levemente descendente, nos llevó cerca de donde nos habíamos tenido que dar la vuelta años atrás. Pude confirmar que aquella renuncia a la cima fue un acierto. En esta nueva vertiente de la montaña el terreno estaba más castigado por las fuertes nevadas del invierno. Más grietas y más piedras sueltas, que hacían el paso un poco más molesto.
Llegamos a las 21:00 al refugio Miramundos, con ganas de comprobar el estado del mismo, y verificar si habría allí alguien más para dormir. No había nadie. Y el edificio estaba en perfectas condiciones. Nos abrigamos y empezamos a cenar.
Cuando estábamos pensando en cómo organizarnos para dormir, pudimos escuchar para nuestro asombro unas voces fuera, en los alrededores de la choza. Llegó un equipo de 6 o 7 personas y nos saludamos con sorpresa: ellos no esperaban encontrarnos allí, ni nosotros a ellos. Desde el primer momento dejamos claro que no habría ningún problema en compartir las instalaciones, pero los recién llegados tenían sus propios planes. Era un grupo de fotógrafos de Jaén que había subido a retratar el refugio con las estrellas de fondo, y no tenían equipamiento ni intención de dormir allí.
Realizaron un interesante despliegue de cámaras, trípodes y focos en el exterior. Nos comentaron que tendrían que esperar hasta bien entrada la noche, las 3 AM, para poder capturar la Vía Láctea en composición con la choza. Nosotros a eso de las 00:00 no aguantábamos más despiertos y decidimos acostarnos.
No pasamos exactamente una buena noche. Estábamos incómodos y algunos miembros del equipo tenían frío. El viento aullaba en el exterior. La litera de madera producía un sonido estrepitoso cada vez que alguien se movía. Yo apenas dormí cuatro horas, a pesar de lo razonablemente cómodo de mi catre, en una esquina del suelo del refugio.
A las 8:30 de la mañana ya estábamos todos despiertos. Desayunamos, recogimos el material y sin más, empezamos a descender de la montaña. El trayecto que nos quedaba para esta segunda jornada era muy corto, menos de 3 Km y 350 metros de desnivel negativo. Lo hicimos rápido, y en unos 48 minutos ya estábamos en el coche.
Dimos por concluida la aventura con satisfacción y alegría. La época del año era acertada para dormir en el monte. La primavera en este tipo de montañas permite disfrutar de un fino equilibrio entre el calor del día y el implacable frío de la noche. Me gustó haber podido coronar, por fin, la cima del pico Mágina.
Tenemos entendido que el refugio Miramundos está mantenido al menos parcialmente por un equipo de personas de Jaén. No conocemos a estas gentes ni los detalles de los cuidados que llevan a cabo. Nosotros encontramos un sitio acogedor y bien conservado. Desde aquí mandamos nuestro saludo y más sincero agradecimiento a quien corresponda.
Un video resumen de la actividad:
Track GPS: