Equipo

En los últimos tiempos mi familia me reclama mucho para ir al monte. Después de nuestra anterior visita al Pico Terril, ya buscábamos nuevas actividades. El pasado miércoles 30 de diciembre de 2020, en plenas vacaciones de navidad, nos pusimos en marcha dirección Sierra de Cádiz. Nuestro objetivo era subir el Pico Lagarín, en el pueblo de El Gastor. Las temperaturas del día nos recordaban que el invierno estaba presente. Cuando salimos de casa a eso de las 9:30 el termómetro marcaba 3 ºC.

El grupo lo formamos nueve personas, entre hermanos, parejas, sobrinas y cuñados. Ciertamente el día pintaba bien, y empezamos a andar a eso de las 11:30. Aunque la actividad que habíamos elegido era relativamente sencilla, no dejaba de ser una ruta de montaña. Lo que significaba que a todo el mundo le pesaba mover el cuerpo cuesta arriba, en especial después de las fiestas navideñas. Con un día tan soleado y despejado, el premio que nos esperaba en la zona alta eran unas maravillosas vistas del entorno.

Hicimos un par de paradas en un sendero en constante subida, principalmente para ajustarnos las capas de ropa y las mochilas. Creo que el camino fue divertido y el equipo estaba disfrutando del contacto con la naturaleza. Yo había subido esta pequeña montaña muchas veces ya, pero igualmente estaba disfrutando de la experiencia y del entorno. De hecho, ya había venido aquí en 2019 con algunos de mis hermanos.

A eso de las 13:00 llegamos a la cima del Pico Lagarín. Qué ganas de comernos el bocadillo y ¡qué bonitas vistas! Allí la sensación de frío era algo más intensa debido al viento. Pero esto no nos impidió sentarnos un buen rato a almorzar y a disfrutar de la merecida recompensa del día: el panorama. Estaríamos en la cumbre del orden de una hora, más o menos.

Hermanos

En la bajada encontramos un numeroso rebaño de ovejas que pastaban alegremente en el monte. Durante unos momentos dejamos que nos envolviera el mágico sonido del alambre, los múltiples cencerros, una música que ciertamente transmite paz y fuerte contacto con ese modo de vida único del campo.

El camino de descenso estaba bastante húmedo, con algunos tramos llenos de barro. Hubo un par de resbalones que acabaron en batacazo. Llegamos al Dolmen del Gigante. Siempre que he visitado este sitio he tenido la misma sensación: ¿Qué habría aquí hace 6000 años? ¿Qué verían y pensarían las gentes de aquella época?

La jornada acabó poco después. Todo el mundo satisfecho y contento por un buen día en el monte.

El track GPS de referencia: