Mis primeras aventuras en la montaña
Corría diciembre de 2011 cuando en una reunión navideña mi padre nos propuso a la familia una aventura en la naturaleza: subir al pico Torrecilla. Cuadramos los calendarios y decidimos que el día adecuado sería el sábado 7 de enero de 2012. Tenía yo 23 años y nunca antes había subido una montaña.
Hicimos rápidamente una lista de equipamiento necesario, miramos la meteorología y nos pusimos de acuerdo en la hora de salida. Yo apenas tenia los materiales adecuados, pero pude rescatar de casa de mi madre unas botas de montaña baratas y una pequeña mochila. Si que tenía más a mano el chaquetón de plumas, unos guantes y gorro de algodón, y un bastón de senderismo que mi hermano me había regalado un tiempo atrás.
Dejé a Arantxa, mi pareja, durmiendo plácidamente en la cama. Recuerdo lo llamativo que me resultó levantarme tan temprano un sábado, y meterme en carretera aún de noche. Ver amanecer de camino a la montaña se convertiría después en una de las cosas que más disfrutaría de cada aventura. También recuerdo las sensaciones que tuve cuando llegamos al entorno de la Sierra de las Nieves. Los colores, las formas y los aromas del monte me envolvieron en la magia que desprenden, y desde entonces me sentiría atrapado.
No tenía ni idea de lo que era subir a una cima de montaña aquel día de enero de 2012. Empezamos a andar y para mi las experiencias del camino fueron una aventura tras otra: cruzar el bosque de pinsapos de la cañada del cuerno, el cambio a vegetación de alta montaña, los fuertes vientos de las zonas más expuestas o las vistas del mar de nubes que por fortuna tuvimos ese día. El mar de nubes, que descubriría en años posteriores no es más que un espectacular efecto meteorológico, incrementa bastante la sensación de altitud, y aporta aún más impresión de lo remoto y especial del monte.
La parada para almorzar que hicimos en la cima fue generosamente larga. Disfrutamos mucho del entorno, y nos tomamos el tiempo necesario para descansar. El día era espléndido, despejado, soleado, con temperaturas frías pero suaves y con viento moderado. Sabíamos que se nos podría hacer de noche, pero también que habría luna llena, y que por tanto la iluminación no sería demasiado problema.
Y efectivamente, se nos hizo de noche bajando por la cañada del cuerno, la última hora de trayecto antes de llegar al coche. También conocería aquel día algunas sensaciones nuevas no tan positivas, como son el cansancio de un largo día de montaña, o lo desesperantemente incómodo que puede llegar a ser la falta del equipamiento adecuado para las actividades en montaña. Mi mochila era muy pequeña, quizás 15 o 20 litros y me costaba mucho trabajo meter y sacar cosas de ella. La ropa, que no era técnica, se me empapaba a poco que sudaba. Las botas, unos ejemplares baratos de 15€ del carrefour, me hacían sentir cada pequeña piedra que pisaba en el camino.
Cuando llegue a casa, bastante tarde por la noche, recuerdo caer rendido en la cama y dormir placenteramente hasta el día siguiente. Creo que ha podido ser una de las veces que mejor he dormido en mi vida.
Mi primera montaña había sido una experiencia tan fuerte y gratificante, que poco tiempo después, el 3 de marzo del mismo año 2012, fui de nuevo con un grupo de amigos. Para mi, montaña era equivalente a pico Torrecilla. La experiencia de esta segunda visita fue en linea con la primera. Recuerdo el gran fallo que cometí con la mochila, esta vez una enorme de 60 o 70 litros que llené de artículos innecesarios. Y de nuevo, las botas baratas.
Y también se nos hizo de noche, aunque esta vez fue a propósito, pues llevábamos linternas frontales para la ocasión. Ocurrió además algo este día que me marcaría por los años venideros: llevábamos walkie-talkies. Cuando repartimos los identificativos radiofónicos a mi me tocó alfa bravo. El uso de walkie-talkies fue otro factor más que me hizo decidir que a partir de ese momento las aventuras en la naturaleza pasarían a formar parte de mi vida.
Desde que puedo acordarme, siempre me ha gustado el monte. He tenido la fortuna de que a mi familia también, en especial a mi padre, y gracias a ello he hecho algo de senderismo desde pequeño. Pero este año 2012 marcó un antes y un después, pues conocí la montaña más de cerca. El tiempo ha pasado, y he tenido muchas aventuras y he subido muchas montañas desde entonces. La mayoría de estos eventos están narrados en este mismo bitácora, empezando por lo que considero mi primera temporada formal de montaña con el equipo Los Extraviaos, en 2015/2016. El pico Torrecilla es probablemente la montaña que más veces he subido, y que siempre guardará un sitio especial en mis planes de aventura. No hay una vez que vaya que no saque algo nuevo para contar.
Espero ir muchas veces más.