Valle en Glendalough

Irlanda nos llega a través de la cultura popular, películas, libros y series, como un lugar tranquilo, verde y mágico. Teníamos muchas ganas de visitar este pequeño país. Y digo pequeño porque una región como Andalucía es más grande en superficie, y prácticamente dobla su número de habitantes.

El viaje surgió originalmente por motivos de trabajo. Allí fui a unas reuniones, que duraron 4 días. Cuando las reuniones acabaron me dediqué a tiempo completo a explorar la isla durante otros 4 días.

La meteorología es una de las cosas que más llaman la atención de Irlanda. Nada más bajarme del avión me encontré una lluvia fría y venteada, que chocaba radicalmente con los 30ºC soleados que dejé en Sevilla cuando salí de casa. Por otro lado, es precisamente esta meteo la que permite que todo esté rodeado de una intensa naturaleza verde.

El principal hotel donde me alojé fue el Castleknock Hotel, en las afueras de Dublin. El hotel está bastante bien, pero no está cerca de la ciudad, lo que tiene sus aspectos positivos (tranquilidad) y negativos (transporte).

Uno de las primeras visitas turísticas que realicé fue a Guiness Storehouse, donde te cuentan todo el proceso de fabricación de la famosa cerveza Guiness, y donde también se puede degustar. El sitio está bien, pero sentí que estaba dentro de una gran tienda de souvenirs. Un sitio específicamente diseñado para turistas. Eso si, para los amantes de la cerveza es un lugar genial para visitar.

Otro día realizamos un FreeTour de la compañía Sandemans, por el centro de Dublín, que estuvo bien, aunque tampoco fue nada destacable con respecto a otros tours guiados que hemos hecho en otras capitales europeas. Además, la lluvia fue continua durante la jornada, lo que no es del todo agradable para dar un paseo por la ciudad. Dublin tiene su encanto, hay que reconocerlo. Las partes antiguas, como las dos catedrales, restos de murallas, palacios, etc, son geniales. No tiene grandes rascacielos, lo que es curioso para una capital europea.

Galway

Justo al día siguiente nos levantamos temprano para viajar en tren cruzando la isla en dirección a Galway. En Galway tuvimos la suerte de disfrutar de un día totalmente soleado, que nos permitió pasear por el bonito pueblo y visitar muchos rincones con encanto. Realmente Galway es un sitio icónico, lo que yo identificaba como mi modelo de pueblo irlandés. El centro con callejuelas de piedra, el rio, el puerto, la catedral moderna, la gente tocando música por las calles. Quedamos encantados con el pueblo, aunque ese día el alojamiento dejó bastante que desear. El alojamiento en Galway es aparentemente más caro que en la propia Dublín. Bueno, en general el alojamiento en Irlanda es bastante caro.

Cuando volvimos de Galway nos alquilamos un coche y nos dirigimos a las montañas de Wicklow. El paseo en coche es corto, pero todo un reto para los que no estamos acostumbrados a conducir por la izquierda. Aterrizamos en Enniskerry, un pequeño pueblo al sur de Dublín, en medio del condado de Wicklow y muy cerca de nuestro siguiente destino: Glendalough. Nos alojamos en Enniskerry Inn, un sitio bastante recomendable. Allí fuimos a visitar los lagos y a caminar por el monte irlandés, en otro día de meteoroloǵia estable que pudimos disfrutar. La sensación que me ha dado es que en Irlanda no hay montañas altas como las suelo ver aquí, sino más bien colinas con vegetación hasta prácticamente la cima. La montaña irlandesa más alta no supera los 1.100 msnm de altura.

Cascada en Glendalough

Han sido unos días muy intensos, pero hemos disfrutado bastante de Irlanda y de sus habitantes. Los irlandeses son buena gente, muy amables. Guardaré grandes recuerdos de este viaje.