El grupo de viajeros de esta aventura

Este artículo está escrito por Miguel Suso González.

A principios de marzo de 2020 ya teníamos una gran afluencia de noticias y rumores de que la epidemia de COVID-19 o coronavirus nos llegaría de lleno a Europa. El miércoles 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud declaró a esta enfermedad como una pandemia global. A mi todo esto me pillaba en Francia, en Colmar. Llevaba en el extranjero muchos meses estudiando, con una beca de la Universidad de Sevilla.

La declaración de pandemia y el incremento constante de la incidencia del virus en Europa, con Italia y España como epicentro, desencadenó una serie de eventos de rápida sucesión, algunos de ellos muy inesperados. Lo que narro a continuación es la crónica de como conseguí volver de Francia a mi casa en España. La imparable cadencia de eventos empezó el viernes de esa semana.

2020-03-13 viernes:

Ya unos días antes habían aplicado medidas de seguridad contra el COVID-19 en la Universidad de Alta Alsacia, pero ahora la situación se ponía más seria. Nos llega un mensaje oficial en el que nos avisan de que se cancelan todas las clases presenciales de la semana siguiente.

Después de varios días de rumores y especulaciones, con mi familia de España presionándome para que volviera lo antes posible, una compañera del programa de estudios compra un vuelo para la madrugada del sábado a España. En este momento nadie piensa en ella como precavida sino más bien como una persona neurótica.

2020-03-14 sábado:

Empezamos el día aguardando noticias de la universidad. Se espera que nos comuniquen qué va a pasar con el resto del curso. Mis compañeros de clase españoles y yo empezamos a mentalizarnos de que lo más probable es que la vuelta a España se adelante con respecto a lo originalmente previsto.

Por la tarde nos comunican lo que nos temíamos: se cancelan las clases hasta final de curso, que, a partir de ahora, iban a ser online. Comprobamos vuelos y tras discutir las distintas posibilidades, optamos por un Basilea-Sevilla el miércoles 18.

La decisión no fue sencilla, ya que antes de dejar el apartamento en el que he estado viviendo casi 1 año, hace falta dedicarle tiempo para limpiar, hacer el “estado de desperfectos” con el casero, cerrar el contrato del gas y de la electricidad, etc. Además, había que hacer gestiones añadidas, en mi caso, tenía que comunicar que me iba a ir antes de lo previsto del McDonald’s donde trabajaba y hacer las gestiones pertinentes. De hecho, este mismo día trabajé mis horas. Con esto quiero decir, que no todos podíamos irnos de un día para otro, como hizo la compañera que tomamos por neurótica. Qué equivocados estábamos

2020-03-15 domingo:

A marchas forzadas, iniciamos el cierre del contrato del piso y nos llevamos limpiando todo el día. Hay que preparar maletas y recoger muchas cosas. La incertidumbre va en aumento con las noticias constantes de vuelos cancelados, los rumores de cierres de fronteras y las sospechas de medidas excepcionales para el control del virus, como las restricciones a la circulación de personas.

En España, de hecho, ya es oficial que habría al menos 2 semanas de confinamiento obligatorio generalizado para toda la población.

2020-03-16 lunes:

Después de entregar un paquete con ropa dirección España que recogieron en la puerta de mi casa llega uno de los momentos clave. Recibimos un correo electrónico de Easyjet: nos han cancelado el vuelo del miércoles. Nuestros temores se confirman, y el miedo a no poder volver a casa se hace muy real. En ese momento estalló el grupo de mensajería instantánea de mis compañeros de clase: ¿Qué hacemos ahora?

La idea de pasar una cuarentena indefinida en Francia, lejos de nuestra familia, no nos atrae en absoluto. Vimos por internet un comunicado de la compañía que informaba de unos vuelos de rescate que saldrían los siguientes días. Pero esta información no nos daba fiabilidad alguna. Como la compañía tenía las líneas de atención al cliente saturadas, decidimos ir en persona al aeropuerto ese mismo día para intentar hablar con alguien de la compañía.

Hicimos las maletas en un par de horas. De puro milagro, conseguimos coger un tren al aeropuerto. Los controles en las calles y en el transporte público están aumentando por minutos. Llegamos a las 19.00h al aeropuerto de Basilea el grupo de 11 estudiantes españoles. El ambiente entre nosotros era bastante tenso.

Al llegar a la ventanilla de la compañía empezamos a discutir con las empleadas de Easyjet: había un vuelo a Barcelona dentro de una hora y aunque, por lo visto había plazas libres, no nos dejaron embarcar. Daba la sensación de que no eran conscientes de lo que estaba pasando en el mundo. Nos confirmaron que se habían anulado todos los vuelos y la única solución que nos ofrecieron era volver la semana siguiente a ver si programaban nuevos vuelos. A más de uno se le encogió el pecho de pensar en que teníamos que quedarnos a dormir una semana en el aeropuerto. Ya habíamos soltado los pisos de alquiler.

Después de discutir mucho en francés e inglés con ellos, conseguimos plazas en un vuelo para el día siguiente a Alicante que salía a las 15.30h. Esto supuso una mini victoria para nosotros. No sabíamos muy bien qué significaba, pero este era el vuelo de rescate.

2020-03-17 martes:

Sobre las 8.00h nos levantamos tras haber pasado la noche durmiendo en el suelo del aeropuerto. Después de un café, comenzamos a pensar en el pequeño problema sobre cómo viajar de Alicante a Sevilla. Entre los nervios y las pocas horas de sueño que teníamos, cualquier tema era motivo de discusión. Aunque resultó difícil tomar la decisión, acordamos intentar viajar en microbús. La parte complicada fue encontrar una empresa de autobuses dispuesta a llevarnos.

A eso de las 10.00h encontramos una empresa que nos lo alquilaba, pero nos dijeron que tenía que ser uno de tamaño grande para que pudiésemos respetar el metro de distancia entre pasajeros. Además necesitábamos pedir un permiso a la Guardia Civil. La empresa no quería tomar ningún riesgo.

Hablamos con la Universidad de Sevilla y con la Guardia Civil, con esta última después de que el padre de un compañero nuestro pidiese un favor a un amigo. Conseguimos que nos hicieran una carta firmada y sellada por ambos, con nuestros nombres y DNI de cada uno. Nos avisan de que si nuestros familiares venían a recogernos a la parada del autobús en Sevilla debían tener este justificante también. Estado totalmente policial.

No es hasta las 11.30h cuando finalmente conseguimos contratar el autobús. Y poco después, sobre las 12.00h facturamos las maletas y pasamos el control de seguridad del aeropuerto. El ambiente era ahora más calmado entre nosotros y, aunque nos faltaban horas de sueño, empezábamos a ver la luz al final del túnel.

Todavía era temprano y no había información sobre la puerta de embarque de nuestro vuelo, así que aproveché ese corto periodo de “tranquilidad” para sacar de la maleta de mano los papeles del piso y cerrar por teléfono el contrato de la luz y del gas. Después de lo que habíamos pasado en los últimos días, esto en concreto resultó sorprendentemente fácil de hacer.

A las 14.00h nos llevamos la siguiente gran sorpresa. ANULADO. Eso ponía en la pantalla. Aquello era imposible, no podían anular un vuelo de rescate, o eso creíamos.

Nos cogieron el teléfono de atención al cliente de Easyjet y nos dijeron que no nos iban a dejar entrar en el avión porque era solo para españoles pertenecientes a grupos de riesgo o con problemas de salud. Intentamos volver a la ventanilla de Easyjet, pero ya habíamos pasado el control de seguridad del aeropuerto. Después de explicarles la situación a los agentes del control, nos dicen que no pueden dejarnos pasar a la terminal, donde estaba la oficina de Easyjet.

Desesperado, a las 14.30h llamo a la embajada española en Francia a ver qué podían hacer por nosotros. Después de explicar detalladamente nuestro problema la persona contestó literalmente: “Anda… pues va a haber que buscar una solución”. Vergonzoso. Nos dijo que no podía hacer nada por nosotros y que eso concernía al consulado de Lyon. Allí llamé, y aunque en este consulado pusieron más interés, me dijeron que no podían hacer nada por nosotros, que eso “concierne al consulado de Estrasburgo”. En este último tampoco nos prestaron demasiada ayuda.

A las 15.00h la tensión y el enfado que había en el ambiente era insostenible. No sabíamos qué hacer, estábamos tirados en el aeropuerto y sin apoyo de nuestro país ni de nadie. Cada vez nos acechaba más la idea de tener que pasar una semana en el aeropuerto hasta que sacaran nuevos vuelos. Junto a dos compañeros fuimos a buscar a trabajadores de Easyjet por alguna puerta de embarque.

Eran las 15.10h y nuestro avión se suponía que despegaba en 20 minutos. Encontramos a dos empleadas de Easyjet y les explicamos la situación. Al escucharnos se sorprendieron mucho: ni siquiera eran conscientes de que hubiese vuelos de rescate. Después de hacer unas llamadas en un tono elevado, de las cuales no nos enteramos de nada, ya que hablaban alemán, nos comunicaron la puerta de embarque.

Pero no nos dejaban embarcar. A las 16.00h estábamos literalmente atrincherados en la puerta de embarque: si el vuelo salía nosotros íbamos a ir dentro. No hubo manera de embarcar hasta que llegó la empleada que nos había escuchado antes. Por fin, parecía un sueño, pudimos entrar al avión. Desafortunadamente, hubo mucha otra gente externa a nuestro grupo a la que no dejaron embarcar, desconozco el por qué. Se quedaron en la misma puerta de embarque, con billete y todo.

A las 16.30h, con 1h de retraso, despegamos. El avión estaba entero para nosotros y para dos señoras más. Sobre las 19.00h aterrizamos en Alicante. El autobús nos esperaba en la entrada del aeropuerto. No habíamos almorzado, así que paramos en un Mercadona para comprar comida. No hay ningún bar abierto. Y finalmente, pusimos rumbo a Sevilla.

2020-03-18 miércoles:

Llegamos a la estación de Plaza de Armas de Sevilla a las 2.30h de la madrugada. Allí me esperaba mi hermano para llevarme a casa en coche. Efectivamente, llegando a Dos Hermanas, las autoridades nos dieron el alto. De muy malas formas nos pidieron explicaciones sobre qué hacíamos en la calle a esas horas. Me costó mucho trabajo mantener la calma y explicar mi aventura de la última semana y que resultara creíble. Conseguí llegar a mi casa y aterrizar en mi cama. En mi casa me esperan muchas semanas de confinamiento por delante, pero eso sería otra historia para contar.

Cabe destacar que esta aventura la hemos vivido un grupo de 11 personas. Jóvenes estudiantes que teníamos que ponernos de acuerdo entre nosotros, con las autoridades, con la compañía aérea y demás actores. Hablando en francés e inglés todo el tiempo, lo que puede dificultar bastante la comunicación, y más en momentos de estrés. Sinceramente agradezco haberme visto en esta situación con las personas con las que me tocó. Hicieron de ella una buena experiencia al fin y al cabo.

Esta historia se cuenta aquí con fines anecdóticos. Con las tragedias que se están dando actualmente en esta situación de crisis, el único objetivo es plasmar una crónica de una aventura diferente, que en ningún caso es un drama, si no una experiencia por momentos trepidante. Es mi primer vuelo de rescate, y primera pandemia.

Este artículo está escrito por Miguel Suso González.