Carga (Copyright 2017 - Agata Borrero González)

El pasado viernes 4 de agosto de 2017 por fin hicimos nuestro esperado bautizo de buceo en La Herradura. Esta actividad llega tras años haciendo actividades de snorkel en la costa tropical. Sentiamos que el snorkel era una actividad que dominábamos, y queríamos dar un paso más en la exploración de arrecifes y fondos marinos.

Antes de empezar a contar mi historia, me gustaría dejar claro que el submarinismo está considerada una actividad de riesgo, un riesgo inherente a acceder a un medio físico (el agua en profundidad) para el que nuestra fisionomía humana no está preparada, ni física ni mentalmente. Además, se necesita un equipamiento específico (que debe funcionar sin fallos), una preparación/experiencia conforme a la actividad y una predisposición personal adecuada para que los riegos se minimicen, no se produzcan situaciones accidentales traumáticas y, en última instancia, se garantice la supervivencia.

Botella

La actividad la realizamos con la empresa Buceonatura, que tiene sus instalaciones en La Herradura y nos presupuestaron un precio de 60€ por cabeza para los 5 participantes en el bautizo.

El viernes, sobre las 16:30 iniciamos las actividades con la firma de varios documentos médicos, seguros, descargos de responsabilidades y otros papeleos. A continuación Miguel, uno de nuestros instructores, nos dio una charla detallada sobre el material y equipamiento a usar, el desarrollo de la actividad, etc. Agradecemos que la charla fuera desde cero, sin presuponer ningún conocimiento previo por nuestra parte. Aquí aprendimos sobre la botella de oxígeno, con aproximadamente 12 litros y 200 bares de presión (si, una bomba). También aprendimos sobre el jacket, que permite ascender y descender en el agua. Vimos el funcionamiento de las distintas etapas de presión, que permiten llevar el oxígeno a alta presión de la botella hasta el regulador por el que se respira a presión ambiente.

Carga (Copyright 2017 - Agata Borrero González)

Allí en su centro de buceo nos dieron el resto del material, máscaras, trajes de neopreno enterizos (en mi caso de 7mm) y escarpines. Tras equiparnos, fuimos a la playa a cargar el equipo en el barco, el Mobula. El equipo pesa unos 30 kg por persona entre botella, jacket, etc. Afortunadamente, en el agua el peso se neutraliza. Pasamos un rato bastante divertido equipando el barco.

Carga (Copyright 2017 - Agata Borrero González)

Ya montados en el barco nos dirigimos a nuestro lugar de inmersión, un sitio conocido como La Huerta. Allí, según nos explicó Mauro, de Buceonatura, la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía ha puesto una boya para el amarre de barcos dedicados al submarinismo. En este punto, nuestro grupo de principiantes está algo tenso por la actividad, existen ciertos nervios y expectación sobre lo que viene. Pero son sensaciones buenas, estamos disfrutando de la aventura.

El equipo (Copyright 2017 - Agata Borrero González)

Llegada la hora de la verdad, toca tirarse al agua. Nos cuelgan los cinturones de lastre, en función del peso y talla de cada uno, teniendo en cuenta el espesor del traje de neopreno usado. Como solo hay 3 instructores para la inmersión, Miguel, Rafael y Miguel Angel, nos toca esperar turno para bajar. En mi caso, me tocará esperar al último turno.

La actividad consiste en recorrer el arrecife con un itinerario preestablecido, en el que el instructor te guía desde que sales del barco hasta que vuelves. Así, que una vez llega mi turno, me toca inicar a mi el recorrido.

El equipo (Copyright 2017 - Buceonatura www.buceonatura.com)

Me tiro al agua y me coloco con ayuda de mi instructor, Miguel Angel, el equipamiento: jacket, botella, reguladores, aletas, máscara, etc. Nada más meterme el regulador en la boca, aún en la superficie, ya noto que algo no va bien, que me cuesta trabajo respirar con normalidad. Noto que tengo que aspirar con demasiada fuerza para que salga el aire. Se lo comento a mi instructor, que comprueba el funcionamiento del equipo y me dedica unas palabras para intentar calmar mis cada vez más visibles nervios. Conociéndome y sabiendo que tengo tendencia a los nervios, intento concentrarme en adaptarme a la situación. Estos primeros momentos pasan muy rápido, y cuando me quiero dar cuenta ya estamos sumergidos. La primera vez que me da por mirar arriba veo la superficie bastante alta sobre mi, al menos a 4 o 5 metros.

Mapa (Copyright © Colaboradores de OpenStreetMap)

Sigo con los aparentes problemas respiratorios, y tengo ganas de sacarme el regulador de la boca y salir corriendo a la superficie. Pero es evidente que con la cantidad de equipo que tengo y con mi instructor agarrandome, esto no sería posible. Es obvio que la mente me está traicionando, y soy consciente de ello, pero no puedo hacer nada por detenerlo. Parece que soy yo mismo el que quiere ahogarse. Decidido a vencer a mis miedos, decido continuar con la actividad y no pedirle a mi instructor que me saque a la superficie.

Seguimos bajando, y lo que noto ahora son los dolores de oido derivados de la fuerte presión en aumento al descender en el agua. Previamente habíamos establecido el protocolo de actuación, en el que el instructor te pregunta por señas si va todo bien. Para poder soportar este aumento de presión se hace una maniobra de compensación, que consiste en taponar la nariz y soplar para que la presión en el oido interno se iguale con la del exterior. En mi caso, por mucho que compensara, el oido derecho me molestaba bastante. Igualmente, decidí tener un poco de paciencia y continuar con la actividad.

Sergio Garcia Duran buceando (Copyright 2017 - Sergio García Durán)

Aún así, seguía con la problematica de la respiración. Intenté hacer respiraciones profundas, a fin de relajarme. Tampoco sirvió de nada. El instructor me iba paseando por el arrecife, espectacular, pero al que no le podía prestar la atención adecuada debido a que no me entendía con el regulador y a mi sensación general de profundo agobio. En un par de ocasiones le indiqué a mi instructor, por señas, que algo no iba bien y que por favor me subiera un poco (ya ni veia la superficie). Aún así, tenía el firme propósito de no dejarme vencer por el miedo y seguir intentado concentrarme en la actividad.

Todo esto derivó en que me acabé mi botella de oxígeno, quizás debido a mi respiración excesiva. Mi instructor se dio cuenta al mirar la presión de mi botella y, debajo del agua, me dio su otro regulador, que tuve que cambiarme en una maniobra para la que no estaba preparado y que no me resultó nada agradable de ejecutar debido a los nervios.

Al poco tiempo, por fin, salimos a superficie. El instructor, Miguel Angel, charló conmigo de lo que había pasado debajo de agua y yo le expliqué mi incomodidad y agobio. Cuando llegué al barco, mi expresión corporal contrastaba con la de mis otros 4 compañeros de aventura, que salvo por algunas molestias auditivas, estaban pletóricos de la emoción. Ellos si que habían disfrutado de la actividad plenamente.

Aquí dejo unos videos del arrecife, grabados por Sergio García Durán:


¿Cómo podría haber sido mi experiencia mejor? He estado reflexionandolo desde entonces y creo que hay un par de puntos fundamentales. El primero es la confianza en el equipamiento, el regulador, etc. Debería haberme sentido plenamente cómodo y confiado con el regulador antes de inciar el descenso. Quizás practicarlo en un entorno completamente seguro y controlado, como una piscina, podría ser la clave. El segundo punto es la confianza personal y claridad mental. Uno debe estar preparado y ser consiciente de lo que va a hacer. Creo que mi fallo fue precisamente el infravalorar la actividad, y perder este poco de tensión necesaria para, por exemplo, haber solicitado más tiempo de adaptación y aprendizaje antes de sumergirnos en las profundidades.

Esa noche no pude conciliar bién el sueño, me llevé la sensación de agobio a la cama. Aún así, estoy contento y orgulloso de haber realizado la actividad. Ha sido una gran experiencia, quizás un poco traumática, pero de la que voy a intentar sacar el máximo de aprendizajes. ¿Repetiría? Quizás si, en el futuro, pero mi foco sería en ganar confianza antes de avanzar.

Parece que no soy el único que ha tenido esta problemática y que ansiedad y buceo van de la mano. Así que a la empresa, Buceonatura, les envio este testimonio. Aunque creo que han hecho un buen trabajo, quizás quieran evaluar su procedimiento de bautizo cuando se encuentren con gente extra racional como yo :-)