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Una de las cosas que mucha gente ha echado de menos durante el año 2020 es la libertad para poder salir al monte y estar en contacto con la naturaleza. Es mi caso y también el de mi familia. En estas circunstancias hemos estado esperando, con paciencia pero expectantes, al momento oportuno para poder realizar una actividad de familieo en las montañas. En cuanto la situación lo ha permitido, nos hemos escapado a realizar una pequeña aventura por la Sierra Sur de Sevilla. En concreto, nos dirigimos a subir la máxima altitud de la provincia, el Pico Terril.

Salimos de Dos Hermanas el domingo 13 de diciembre a eso de las 9:00, aunque la intención original era salir a las 8:30. Tras el trayecto en coche, cuando llegamos al sitio, encontramos que en la zona había varios grupos de gente para realizar la misma o similares aventuras. Eso está bien, me alegra que una actividad tan saludable y enriquecedora como el senderismo y el montañismo tengan un hueco en las frenéticas agendas de la sociedad actual. Conseguimos ponernos a andar a eso de las 10:30. El terreno estaba bastante húmedo debido a las lluvias constantes de los últimos días, y había varias zonas enfangadas. Pero el monte estaba precioso, con colores y olores que nos envolvieron para nuestro gran placer.

Subimos a buen ritmo considerando la composición del grupo, que tenía un rango de edad entre 9 y 60 años, con más bien poca experiencia andando por el monte. El camino era ciertamente sencillo, y no presentaba ninguna exigencia especial si se ponía la adecuada atención a lo que se hacía. Aunque claro, inevitablemente, algunos pasos llenos de barro hicieron que alguien se menchara las manos y el culete tras un resbalón.

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El día se presentó muy soleado, con poco viento y temperaturas muy suaves. Una meteorología muy favorable para la actividad que realizábamos. En algunos momentos durante la ascensión, que era más exigente para quien estaba menos entrenado, el grupo se separó un poco. Mantuvimos contacto por walkie talkie hasta que nos reagrupamos en unos árboles. Habíamos estado andando casi dos horas sin parar, a paso lento pero firme. A la sombra de ese árbol descansamos unos momentos antes del último repecho para llegar a la cima.

Llegamos al vértice geodésico a eso de las 13:00. Había bastante gente por allí, al menos otros 4 o 5 grupos. Nos comimos el bocadillo, nos hicimos unas fotos y charlamos un rato. También nos tomamos el tiempo para disfrutar de las vistas y llenarnos de la energía positiva del monte. Apartarse un poco de la zona de la cima permitía deleitarse en silencio de la majestuosidad de la naturaleza. Contemplamos la geografía circundante, identificando pueblos, sierras y demás lugares reconocibles.

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A eso de las 14:00 empezamos el camino de bajada. El goteo de gente subiendo y bajando a la montaña aún era constante. También alguna persona corriendo; nos sorprendió cruzardos con un deportista que subió y bajó de la cima 4 veces en un suspiro de tiempo. Nadie en nuestro equipo tenía esa capacidad. Y desde luego, nuestras intenciones eran mucho más contemplativas.

Finalmente, a las 16:00, llegamos de vuelta al aparcamiento. Las sensaciones eran muy buenas y dimos por concluida una actividad familiar que funcionó estupendamente en todos los sentidos.

El track GPS de referencia, que había grabado en mi anterior visita este último verano: