El Refugio Poqueira de noche

Este artículo está escrito por Salvador Castillo Posada

Siguiendo los hechos narrados en la segunda parte, tras charlar con algunos montañeros, me fui a recomponerme dándome una ducha de agua caliente. En ocasiones es increíble cómo con algo tan simple puede ser tan placentero.

La meteorología para el día siguiente continuaba igual. Nieve hasta las 6 de la mañana. Volvería a caer sin descanso acompañada de viento durante todo el sábado a partir de las 9 AM, por lo que tomé una decisión. Deshice mi maleta y preparé la del día siguiente. Me volvía a casa. Si bien me encantan los retos, también quería disfrutar de las vistas que pudiera ofrecerme Sierra Nevada, y no podría tener nada de eso.

Al prepararme para la ducha encontré, junto a mi bastón de andar y mi braga-cuello una nota de agradecimiento de los cordobeses. Algo que me alegró y apenó a la vez, ya que no podría despedirme físicamente de ellos.

Al terminar, cogí un par de alicates multiusos de la mochila y me fui al salón común del Refugio Poqueira a reparar el crampón y la polaina, mientras charlaba de otras rutas con mis nuevos compañeros. Antes de terminar de reparar ambos, la mayoría de los que habían salido por la mañana ya habían llegado o estaban llegando, pero aún no todos, entre otros, Adolfo, el chico que fue solo a la Alcazaba.

Hubo un momento en el que estuvo tan atestado de gente el salón que decidí subir a leer un rato al dormitorio. Aunque los refugios de montaña te ofrecen la maravilla de conocer gente espectacular y miles de horas de tertulia montañera, en ocasiones también busco evadirme de todo y estar conmigo mismo.

Al volver al salón al cabo de 2 horas, Adolfo había vuelto de la expedición. Se enganchó a los pocos que quedaron de la expedición para subir por Culo Perro. Otro chico del equipo expandió un mapa en una mesa y vimos el recorrido que habían hecho. Al parecer, después de subir Culo Perro anduvieron recto hasta el Peñón del Globo y lo bordearon. Pero la niebla, la nieve y el cansancio les hizo dar la vuelta. En ese momento me di cuenta que posiblemente eran ellos los que vi subiendo por Culo Perro mientras yo bajaba por Mulhacén 2 hasta el pluviómetro. Eché una ojeada al mapa con sus desniveles, tenía amplia cantidad de detalles. Me fijé en la escala que tenía el mapa y me sorprendió el resultado, Se habían vuelto a solo 1 km de la cima. Tantas eran las adversidades que no decidieron continuar ese kilómetro más, lo cual me parece bastante cauto. Fui invitado a sentarme a cenar por una expedición de montañeros de 20 personas esa noche. Entre risas e historias cenamos cerca de la cálida chimenea con la comida que nos prepararon el Refugio Poqueira.

Ventana a la nieve

1:30 de la mañana. Me despierto y aprovecho para ir a la planta de abajo para conseguir wifi que me facilitara información sobre el BlaBlaCar que había publicado. Para mi sorpresa, hay gente en el salón comedor entre los que se encontraba Rafa, uno de los guardas del refugio. Pensé que era muy tarde para que cenaran y demasiado pronto para que prepararan el desayuno. Me volví a la habitación, y 30 minutos más tarde entró Rafa en mi habitación a ubicar a 2 montañeros con sus mochilas iluminándoles sus camas con una linterna. Estaba claro, esta noche han tenido que salir a buscar a una expedición que se había perdido.

Suena mi alarma a las 6 de la mañana. Quizá más temprano de lo que me apetecía. Más aún siendo el primero que se levantó de casi todas las habitaciones. Pero teniendo en cuenta que a las 9 empezaría a nevar y que la niebla cubriría la sierra, quería bajar sin mojarme esta ocasión.

Enfundé el saco a la mochila, pagué mi estancia en el refugio y aproveché para preguntar a Rafa sobre los chicos de la noche anterior. Parece ser que la Guardia Civil salió en búsqueda y rescate por que se habían perdido en la noche en medio de la nevada, y que por suerte, dieron con ellos rápidamente. Puesto que había gente haciendo cola para comprar y pagar, no le pregunté sobre cómo los localizaron o el estado de los montañeros. Supe por otros compañeros que eran 4 o más los rescatados y que los repartieron en diferentes habitaciones.

Me despedí de todos aquellos que conocí y que encontré despiertos y comencé a ponerme los crampones, el abrigo y la linterna frontal antes de comenzar a bajar.

Para mi sorpresa ya estaba nevando, levemente, pero nevaba. Decidí comenzar el descenso con el frontal hasta llegar al Cortijo de Antonio Quirante. Allí ya había algo de luz y pude prescindir de algo de ropa de abrigo, la linterna y los crampones. Aunque los crampones debería haberlos mantenido algo más de tiempo, ya que, aunque no había nieve, el camino iba inundado del agua de deshielo y muchas rocas y pasos de tierra escondían pequeñas placas de hielo.

Seguía descendiendo pensando en mi gran aventura; nieve que cubría el monte como una manta, niebla que hacía más místico el paisaje, gente fuerte que se aventuró en las altas cumbres. Cuando llevaba 3 km de descenso, miré atrás para buscar al Refugio Poqueira, pero estaba envuelto en niebla y nubes, y ya no tenía contacto visual. Yo ya había descendido de las nubes, pero ese microclima estaba ahí de nuevo.

Cruzando el rio

Seguí descendiendo, viendo las vacas pastar y el río con más caudal que 2 días antes. Solo cuando llegué a la altura de la central eléctrica, vi otros montañeros. A partir de allí, encontraría cada medio kilómetro algún grupo subiendo, que me daban el relevo en esta aventura. Pocos portaban el equipamiento básico para adentrarse en la nieve. Antes de salir de la Cebadilla ya me pilló la nube y comenzó a llover suavemente pero sin descanso. Pocos kilómetros abajo llegué al pueblo de Capileira para cambiarme de ropa y volver a mi casa.

Esta aventura ha supuesto para mi un reto sin comparación con otros de mi experiencia previa. Ser precavidos siempre es la mejor herramienta. Y en esta aventura me ha quedado claro que el más preparado puede sufrir de cualquier cosa básica. Y cualquiera con menos experiencia tendrá aún más desconocimiento. Hay que saber cuándo afrontar que la aventura te supera, como mis compañeros de La Alcazaba que se quedaron a 1 kilómetro de su meta. Hay que tener equipamiento adecuado para una aventura, cosa de la que carecieron los cordobeses. Es muy interesante conocer y tener los medios para una evacuación o un rescate en caso de emergencia, como el equipo que fue rescatado en medio de la noche. Y por supuesto, siempre se debe tener informado a quienes te rodean de dónde vas a estar en cada momento, especialmente si viajas solo, y cuánto tiempo te llevará.

Unos días enriquecedores en todos los aspectos para sumar a mi experiencia personal y, que ahora espero puedan valeros en este relato a vosotros que habéis conocido mi pequeña aventura en la salvaje Sierra Nevada.

Este artículo está escrito por Salvador Castillo Posada.