En Sierra Magina, compartiendo la montaña

Cualquier aventura pasa por varias etapas, principlamente tres: preparación, desarrollo y fase posterior. Este esquema puede aplicarse casi siempre, a no ser que la aventura haya sido accidental, casual, o posea otras características.

Como sigo sin poder realizar demasiadas actividades debido a mi lesión, aunque ya estoy bastante recuperado, hoy escribo para reflexionar sobre un aspecto fundamental de toda aventura: compartirla.

Compartir significa dar y ofrecer de lo que se dispone, para uso y disfrute conjunto con otras personas. Es un concepto abstracto que puede tener muchas capas distintas de aplicación, desde lo más virtual, como compartir información, a lo más físico, como compartir el bocadillo. Creo que el ser humano tiene tendencia innata a compartir, especialmente si se trata de algo que creemos útil, gratificante e interesante para los demás.

La preparación y el desarrollo de una aventura presenta una experiencia, unas sensaciones y emociones únicas, que naturalmente nos gusta compartir con los demás. En algunas situaciones, el hecho de compartir el desarrollo de una aventura se vuelve indispensable para el propio disfrute de la misma: no es lo mismo ir a la montaña solo que en equipo. No se disfruta igual haciendo snorkel solo que en compañía. Es más fácil preparar la mochila si puedes compartir con alguien las dudas y comparar la lista de equipamiento.

Además, la fase posterior de una aventura implica algo muy interesante y divertido: contarlo. Y es que a parte de vivir la propia experiencia, tener algo que contar puede ser una de las principales motivaciones. La divulgación entra en esta misma categoría. Es, mayoritariamente, lo que hago yo mismo en este blog.

A día de hoy, en las aventuras en la naturaleza, esto lleva a una contradicción. Un sitio lleno de gente hace que la mágia se pierda. Una montaña, un sendero masificado pierde rápidamente el aire de misterio y romanticismo. Pero por otra parte compartimos, me incluyo, constantemente indicaciones para que otros puedan hacer estas mismas actividades. Se dan situaciones curiosas: he oido historias de gente que no comparte la localización de tal o cuál magnífica cascada de agua para evitar que se llene de domingueros, y pueda seguir siendo magnífica. Hay que encontrar un balance, ¿dónde está el punto medio?

Puesta de sol

El contenido en internet es una de las fuentes primarias de información sobre aventuras que tenemos a nuestra disposición hoy en día. Sitios como este mismo blog, portales o Wikipedia están llenos de valiosa información. Información que alguien ha compartido previamente. En algunos casos, esta voluntad de compartir se hace patente incluso en la licencia de copyright que tiene el contenido.

Sitios de internet de diverso tipo como encorda2.com, aristasur.com, o alfabravo.org, favorecen el acto de compartir mediante el uso o afinidad con licencias tipo copyleft, generalmente Creative Commons, CC-BY-SA o similares. Por el contrario, otros sitios aplican reestricciones absurdas a su contenido, como evitar el “click-derecho” sobre las imágenes, caso de rutasyfotos.com. Otros sitios más profesionalizados, que basan su modelo de negocio en las típicas prácticas asociadas al copyright, pueden llegar aún más lejos para restringir/controlar la manera en la que comparten la información, llegando a obligarte a visitar el sitio (trucos sucios lectores de feeds/rss) e impedirte la navegación si usas bloqueadores de publicidad, caso de revistaoxigeno.es.

Sinceramente, estoy convencido de cuál es la manera más adecuada de compartir una aventura. Compartir de verdad.